viernes, 10 de junio de 2016

Sarria a Hospital da Cruz 11-6-2016


Dejamos Sarria para tratar de llegar a Portomarín, a 21 km. Allí hemos quedado con el amigo de Pepe.
Ya se van acabando los días. Siento mariposas en el estómago. A las 6 de la mañana no es fácil discernir si lo que quieres es llegar ya o que dure para siempre. Es una contradicción, lo sé.

Las 6:30 y en marcha. Subimos cuesta arriba para encontrar un bar abierto. Desayunamos cafe con leche y una tarta de nueces que cruje el espíritu.
El día es fresco y, en gallego, no se sabe si va a llover o no o lo contrario.

La cuesta de Sarria no es una cuesta cualquiera. Es la cuesta!! 
Cuando llegas arriba ves la ciudad abajo que está casi tapada por la niebla. Aquí un cruceiro antiguo.


A pesar de ser tan temprano veo que ya hay otros peregrinos que van delante.
En las etapas que restan quizá haya más separaciones de gente que hemos ido coincidiendo y tal vez reagrupaciones con gente que se separaron pero que llevas en el corazón. 
Los ritmos son diferentes. Los alegrones de volver a coincidir son siempre los mismos. Un subidón.

Despues de la subida una bajada de campeonato.
Vamos por un camino de tierra y piedra con abundante arbolado y, como es común aquí, el sonido del discurrir del agua de fondo


Es un camimo pisado. Muy pisado. Miles y miles de peregrin@s me han precediddo antes, durante siglos. Los siento en mis pies. Se hace difícil contener las emociones.
Las lágrimas corren por mis mejillas miemtras mi compadre, ajeno, va abriendo camino. 
Y eso que aún faltan 100 kilómetros.

Mi abstracción se corta cuando pasamos bajo un viaducto larguísimo por el que pasa autovia a Coruña.
Inmediatamente, un paso a nivel sobre una via de tren. Aquí, un mojón indica que estamos a 112 km de Santiago.

A lo largo de la etapa son comunes corrientes de agua que discurren por el camino y que se salvan con un paso estrecho de piedra a un lado. En este caso has de tener cuidado porque te puedes ir contra las ortigas.

Castaños y robles. Un bosque impresionante. Como imptesionantes son las caprichosas formas de las hoquedades de los troncos viejos de los castaños. Siempre sorprende cómo se aferran a la tierra a pesar que el talud los ha dejado casi sin base de tierra.


Una cuesta contimuada y que puede hacer mella, pero el sonido de la naturaleza lo compensa y la hace más llevadera. Mierda!! Debería haber escuchado el sonido de la naturaleza con mayor atención. Entonces hubiese percibido el zumbido de las moscas revoloteando que indica vosta de vaca, como la llama mi compadre en gallego. Como voy escribiendo, pues toma!! En todo el pie derecho. Bueno, ya irá repartiéndose por el camino.

Tras la subidita, llegamos a una meseta cultivada de maiz, avena y pasto. Se percibe frío. La neblina casi oculta la aldea a la que estamos llegando.


Vamos alternando camino de tierra y piedra con carretera vecinal asfaltada que une toda una serie de aldeas muy pequeñas.

Por cierto. Nueva reflexión. Ya no hay manera de entenderse con mi compadre. Ha sido entrar en Galicia y comenzar a hablar rarito. Morriña se llama la cosa.
Grande Pepe!!, grande!! Me llevas en volandas como el mejor de los sherpas.


Verde, verde y verde...y cuando acaba el verde, aún más prado... Y más trinos de pajarillos. Es la gloria. A esto es a lo que llaman SUSEIA. La gloria está más arriba.

Este tramo nos descubre otro de los secretos de Galicia, el mimifundio. Pequeñas parcelas con todo tipo de plantacion. Patata, cereal, nabo, forraje. Pequeñas explotaciones de vacas.

La frondosidad del bosque y la peculiar climatología gallega produce una maravilla de hábitats en los muros de piedra pizarrosa amontonada cubiertos por musgos milenarios.


Aquí encontramos que se utilizan manzanos como delimitadores del camino. Ahora están en flor.

Jejeje. Otra cuestecita. De tanto en tanto pasamos alguna pineda de replantación.
Pasamos por entre taludes adornados, de forma natural, con mazos de campanillas.


De tanto en tanto sorprende una especie de bosque de coles altísimas. Creo que las plantan únicamente para dar como forraje a los animales.


Llegando a Portomarín hay una bajada impresionante y angosta. Hay que bajarla con mucho cuidado. Desemboca en el embalse de Portomarín. Verdaderamente parece un mar.


Una vez en Portomarín nos dirijimos al albergue municipal, donde conocemos a Diego, que ha llegado al mismo tiempo. Hemos llegado muy pronto y el albergue lo abren a la una de la tarde. Así que dejamos las mochilas guardando cola y nos vamos lis tres a hacer una cerveza. Diego se pide agua. No le gusta nada el alcohol.

Estamos esperando a Rafa, amigo de mi compadre. Mientras, propongo avanzar hacia Gonzar para estar más cerca de Melide, donde podremos ir a comer pulpo a feira.
De hecho, será volver al planteamiento inicial.

Total, recogemos las mochilas y, cuando llega Rafa nos vamos a tomar una cerveza y charlamos durante un rato. Tras ello, reemprendemos la marcha hacia Gronzar.


Diego es un tío abierto. Desde el principio tiene algo que cae bien. De seguida nos presentamos y, durante la marcha (a todo trapo), nos cuenta que es militar de carrera. Capitán en el Ejército de Tierra. Veterinario de formación y con diversas especializaciones y masters. Vaya, una ganga de persona. Nos cuenta un poco sobre su carrera y cómo se producen los ascensos. 
Anécdotas y más anécdotas, a cual más interesante.

Nos explica una verdadera situación de superación personal. Resulta que en los inicios de su carrera de veterinario sufrió un infarto cerebral. Ello le produce una hemiplejia con media parte del cuerpo paralizada. El diagnóstico es fatalista. Le aconsejan dejar los estudios. No solo no los deja sino que continuó, recuperó la movilidad y terminó su carrera de Veterinario. Y si le viéseis como camina!! Tela!!

Entre anécdota y anécdota llegamos a Gronzar. El trayecto nos ha resultado insulso y poco atractivo, además de desangelado y sin sombras. Cada vez más, el calor va haciendo de las suyas.

En Gronzar están de fiestas y encontramos a los músicos ensayando. En el albergue nos advierten que la fiesta, que está al lado mismo, durará hasta las 5 de la madrugada. La señora que se encarga del albergue nos aconseja que continuemos hasta el siguiente albergue, Hospital da Cruz.

En Hospital da Cruz sólo hay el albergue, un restaurante-hostal y un cercado con venta de tractores.

Nos registramos en el albergue y, tras ducharnos, vamos a comer. Un menú bastante correcto. Durante la comida, Diego nos cuenta más anécdotas, como por ejemplo que, por razón de su cargo, ha tenido que ir a Barcelona a juicios militares, dado que es allí donde está la sede de la región militar a la que pertenece Baleares.

La tarde no da para mucho. Y la cena es un bocata de calamares.

RECORRIDO: cambio constante de carretera a camino de tierra. El piso en general bueno. Algún tramo difícil. El paisaje espléndido excepto el trayecto Portomarin Hospital da Cruz
CLIMATOLOGÍA: dia claro y caluroso, sobre todo a partir de las 12.
ALBERGUE: mas que correcto. Una sala con 12 literas dobles. Cuarto de baño completo, cocina y comedor.

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